Cuenta la leyenda que el descubrimiento de los manantiales de La Isla de La Toja sucedió de casualidad. Un cura abandonó en la isla a su asno enfermo para que pasase sus últimos días. Tiempo después regresó a la isla y se sorprendió al ver al animal sano, alegre y con el pelo brillante por haberse revolcado en las aguas de la isla. Esta historia comenzó a pasar de boca en boca, despertando el interés en estas aguas únicas. Así fue como unos mecenas decidieron abrir en 1899 el primer balneario de La Toja.